Llevo días quejándome con toda mi familia de la cantidad de artículos que he tenido que escribir este mes, de lo cansada que me siento últimamente, de los fines de semana que me he tenido que quedar en casa trabajando. Constantemente mi esposo y mi hijo me preguntan que cuánto me falta para terminar, porque me quieren de vuelta amorosa y sobre todo,de buen humor.
Precisamente hoy terminé el último artículo que me quedaba por entregar y para festejarlo me dediqué a la lectura el resto del día. Son las diez de la noche y quiero contarles lo que aprendí:
Aprendí que fui bendecida porque mi abuelo paterno tuvo la valentía de huir de la guerra que estalló en mi país en 1979 con la Revolución Sandinista.
Tuve suerte de tener padres esforzados que dieron todo por mí y mis hermanos, nunca nos faltó amor, comida, un techo ni educación. Porque nos criaron en un país pacifista.
Tuve la OPORTUNIDAD de escoger una profesión y un rumbo propio en la vida.
Fui bendecida con el esposo que Dios escogió para mí, un hombre cariñoso, comprensivo, que me ama a pesar de mis defectos y camina junto a mí.
Puedo dormir tranquila en la noche porque mi hijo está sano, se acuesta con el estómago lleno y está rodeado de personas que lo aman.
Hoy entendí que me he sentido merecedora de muchas cosas sin apreciarlas como debería.
Hoy doy gracias porque esta historia llegó a mis manos y me recordó que es sólo cuestión de suerte que yo esté aquí.
El escritor narra el paso de treinta años de guerra en su natal Afganistán y lo hace através de la vida de dos mujeres que materializan todo el dolor y la injusticia, que a la mayoría nos fueron revelados hasta aquel 11 de Setiembre. Como las noticias son frugaces y dependen de la agenda mediática del momento, no logramos retener la información por suficiente tiempo y sencillamente, a nuestros ojos la situación de las mujeres afganas parece inconcebile.
Les recomiendo la lectura de esta obra para mantener la memoria clara y concuerden conmigo en que aún en las más sangrientas batallas las mujeres podemos salir estoicas gracias a la fortaleza intrínseca de cada una: ese instinto materno de proteger a los nuestros.
Contemos juntas nuestras bendiciones y oremos por las mujeres que no pueden escoger.